Comentario
Finalmente, Carlos se encontró con una herencia materna en plena expansión. El descubrimiento de América había propiciado la ocupación de las Antillas antes de la llegada del nuevo soberano, bajo cuyo mandato la conquista del continente avanzó a marchas forzadas con la incorporación de los dos grandes imperios de México -en los años veinte- y Perú -a partir de los años treinta-. Desde las bases de México, la vieja Tenochtitlán, y de la recién fundada Lima, o Ciudad de los Reyes, los conquistadores españoles se expandieron en todas direcciones, de tal modo que la mayor parte del Nuevo Mundo estuvo bajo la soberanía del Emperador antes de su abdicación y muerte. Y, más allá, Carlos respaldó la expansión por el Pacífico, reclamando las islas Molucas -a las que renunció definitivamente en favor de Portugal por el tratado de Zaragoza de 1529- y explorando otras rutas, aunque los frutos de esta política no se recogieron hasta el siglo siguiente, con la incorporación de las Filipinas y de la Micronesia española.